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¿SE PUEDEN REGENERAR LAS NEURONAS?

Siempre se ha pensado que no. La mayoría de nuestras neuronas nacen cuando todavía estamos en el vientre de nuestra madre, y con el paso del tiempo, no se reproducen, sino que van muriendo poco a poco. Sin embargo, esto no ha sido motivo de preocupación en situaciones normales. Es habitual que se pierda una cantidad generosa de neuronas cada día, lo que comienza a ser patológico es una pérdida excesiva como la que ocurre en la demencia. Pero, la pérdida de neuronas que se considera normal, no afecta a nuestras capacidades cognitivas. De hecho, las neuronas reorganizan sus conexiones continuamente, para afianzar siempre las más útiles en cada momento y desechar las inútiles.

La neurogénesis es el proceso de generación de nuevas neuronas y células gliales, o sea, de nuevas células cerebrales.

Durante mucho tiempo se sostuvo con firmeza que las células cerebrales no eran capaces de volver a generarse luego de culminado el desarrollo de un organismo. No obstante, ciertas investigaciones llevadas a cabo en las últimas décadas han puesto de cabeza la teoría y han determinado que, en efecto, la neurogénesis continúa aún después de completarse el desarrollo de los organismos, y así sucede a lo largo de toda la vida en organismos tanto vertebrados como invertebrados.

Parece que, en la mayoría de los mamíferos, se regeneran neuronas en el hipocampo y en el bulbo olfatorio. El hipocampo es esencial para el aprendizaje, la memoria y la orientación espacial, mientras que el bulbo olfatorio da sentido a la información que capta nuestro olfato. Al parecer, numerosos estudios afirman que las neuronas nacen en una porción del ventrículo lateral y luego migran al bulbo olfatorio. Allí se integrarán con células ya existentes y participarán en la memoria olfativa y en el condicionamiento del miedo a través del olfato.

Los seres humanos se distinguen de otros mamíferos en que no poseen regeneración en el bulbo olfatorio. Sin embargo, se ha demostrado que sí se da esta regeneración en el hipocampo. Parece que eso explica por qué no somos tan dependientes del olfato como otros animales, mientras que poseemos mayor grado de adaptación cognitiva.

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